EN UN LUGAR O EN UNA EPOCA EQUIVOCADA



"Hasta en las flores existe la diferencia de suerte. Unas embellecen la vida y otras adornan la muerte"
(H. Gongora)



Trabajando por un salario que no le permitía vivir, ni aún con la ayuda de caritas o en otra época con la cartilla de racionamiento. Cuando al sonido de las bombas corría en busca de refugio, no sin antes recoger un objeto por si esta vez el desenlace de ocultar el miedo era no volver, un dedal, un trapo que hacía las veces de muñeca, una desvencijada taza huérfana de todas las que la abuela le regalo a su madre, apenas sin valor más que el de evocar recuerdos.

Días en los que quisiera desafiar al miedo, plantarle cara, morir en libertad antes que  a varios metros del suelo entre cientos de ratas, ante semejante pensamiento sacudía la cabeza, tomaba una bocanada de aire con la promesa de que no podía dejarse vencer.

Cuando la mayor  preocupación es buscar alimentos donde no hay tiendas y donde  hay están las estanterías vacías, y tampoco tienes un poco de casi nada para acudir al estraperlo. La adquisición de unas escuálidas patatas es motivo de celebración, algo que llevar a la boca y engañar al estómago por un momento.  

Días en los que la única comida es un plato de sopa, por ponerle nombre al agua caliente con algo podrido flotando, y si estas de suerte puedes acompañarla con  un trozo de pan untado con un poco de moho verde.

Un bocadillo de jamón  es una leyenda, un huevo adquiere la categoría de gourmet, la palabra carne o pescado no es más que vocabulario: donde las cosas adquieren otro valor, un anillo de casada equivale a dos litros de aceite, y la jarra de plata heredada de su madre que heredó de su abuela, que heredó de su bisabuela… a unas hogazas de pan. Todo para alejar al cuervo de la desnutrición que acecha a los niños, todo para escapar de la parca.

Lugares en los que no sabes si es el hambre o es la enfermedad la mayor amenaza, ni hay horas para el duelo, para  llorar las perdidas y penas que se van sucediendo, sin sobreponerte de una otra ya está al acecho.

Dicen que la memoria es selectiva  te evoca los dulces recuerdos, pero la suya se quedara vacía, perdida, no se puede encontrar donde no hay.

Tras una larga jornada de precario trabajo, de búsquedas, de tragar miserias aterriza en un fino colchón en el que no obstante se sume en el sueño que la aleje de las dentelladas del hambre, de la violencia e ignominias, que el sueño la lleve a Occidente donde alguien le comento que París es una fiesta,  una sonrisa al amanecer ante un trozo de pan blanco o una noche en silencio que no será violado por bombas,  donde la única partitura es el silbar del viento haciendo bailar las hojas de los frondosos árboles de sus largos paseos… 



Dos conclusiones se imponen solas:
O el mundo será bien pronto poblado exclusivamente por inmigrantes
O tendrá que convertirse en la única patria universal de los hombres.

(I. Sarajlic)






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