FUIMOS PUEBLO





Atrás quedaron los años en los que los pueblos rezumaban vida, junto con los babis blancos del colegio sobre uniformes de basta tela de cuadros, los acordes de  tengo  el corazón contento, Tengo tu amor, La vida sigue igual, Hey Jude, Mrs. Robinson …y cantando te despedías del monótono atuendo al llegar al Instituto dando paso a los vaqueros y la moda del momento, la que te permitían los recursos y la escasa oferta que llegaba del exterior, menos mal que por aquel entonces contábamos con las modistas que copiaban o casi los patrones del Burda.

Leíamos tebeos como Esther y su mundo o El Jabato que intentaba competir con el Capitán Trueno, los libros de Los Cinco y veíamos en blanco y negro a Locomotoro, mas tarde el color nos trajo La Casa de la pradera y se nos murió Chanquete.

Entre comics y series salíamos a la calle a jugar al tejo, al pilla pilla o saltar a la comba, y cuando al fin nos despedimos del uniforme empezamos a creernos muy mayores, sustituimos los juegos por los paseos por parques y calles vestiditas de domingo, hablando de la primera regla, del chico “bueno”, del profesor que nos tenia manía, y no veíamos el porqué nuestros padres no nos entendían.

Pero fuera trivialidades, el mundo estaba cambiando, nos negábamos a ser como nuestras madres, siempre de copiloto en aquella nave que era nuestra casa húmeda y fría sin más calor que las ascuas de un brasero.

Empezamos a ser jóvenes y rebeldes, soñábamos con alcanzar la ciudad, ir a la universidad, una educación que nos quitara la fregona o la azada de la mano, queríamos ser pilotos, queríamos conversaciones en las  terrazas de otros bares, apasionarnos por el cine, participar en las huelgas estudiantiles, festejar la caída del muro de Berlín, y de todo aquello que intento quitarnos un fallido golpe de estado. Socialismo y progreso avanzaban con pasos firmes y dispuestos a quedarse.

Y así aquellos pueblos que albergaban siglos medidos en recuerdos e historias de muchas generaciones comenzaron a languidecer, cubriéndose con una patina de soledad.
Hace ya unos sesenta años con el sueño de un futuro mejor, la falta de oportunidades, las expropiaciones, el declive de la economía rural, las duras condiciones de la agricultura y ganadería, la falta de comunicación y servicio básicos…las ciudades se industrializaban y se modernizaban y los trenes pasaban una vez en la vida, urgía subirse porque era urgente vivir. Subíamos al tren y este dejaba un rastro de abandono, ruinas, soledad y silencio sepulcral.

Empezaba una sociedad tan fascinante como siniestra.

Hoy día televisión, radio y prensa se hacen eco de la despoblación, ¡soluciones ya! Piden por doquier, palabras vanas si no se transforman en acciones, ¡hechos ya! Y que los políticos gestionen.

Somos muchos, románticos nos dicen, que soñamos con vivir en la tranquilidad del campo, una vuelta a las raíces para unos, para otros porque no tienen nada y por tanto nada que perder, otros porque lo tienen todo y deciden dejarlo, ojo románticos pero no tontos, para volver necesitamos unos servicios mínimos que no voy a enumerar porque de sobra los conocéis.

De jóvenes soñábamos con las luces brillantes de la ciudad, ahora soñamos con la luz del amanecer y atardecer en el campo, esos puntos de unión entre la noche y el día.




“Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente, enfrentar sólo los hechos esenciales de la vida, y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar, no sea que cuando estuviera por morir descubriera que no había vivido”

(Henry David Thoreau)


Comentarios

Entradas populares de este blog

¿Desea eliminar el archivo?

EL COLOR DE LA NOSTALGIA EN OTOÑO

COLLAGE (1ª Parte )