¡Chapeau!
Fue un gran sábado, aun invierno, uno de esos días en los que no hay nada
especial y todo lo es, de los que empiezas con una sonrisa que se hace más
enorme a medida que transcurren las horas.
Una frase llamo su atención, todos, absolutamente todos le decían
“por fin vuelves a ser la chica de la eterna sonrisa” ¿…? Nunca la había perdido,
pensó, pero era cierto que ahora era más
amplia, más fresca, mas radiante, le nacía de las entrañas, ella también lo
notaba, si algo en algunos momentos la ensombreció, se había esfumado, por fin
se libró de la duda, de la necesidad de hacerle un reproche, comprendió que si
no estaban juntos sencillamente era porque sus vidas hubiesen sido un completo
desastre, pero claro, siempre queda ese ¿Qué hubiera pasado si..? ¿Cómo hubiese
sido si…? con el que alguna vez casi
todos nos identificamos.
Y para que preguntar eso, que como las lágrimas que no te dejan ver las estrellas, nos vuelven
ciegos ante todo lo bueno que nos rodea.
Ella pensó que el encontró el amor, ese amor que implica el
para siempre, ese que dura toda la vida, autentico, verdadero, porque él es así de los que viven y
aman “a tope” así lo recuerda, no lo concibe de otra manera. Y ella… bueno… no
hubo un gran amor, dejémoslo en varios, pero igual de auténticos y verdaderos
aunque tuvieran fecha de caducidad, viviéndolos como si fuese un “para siempre”,
y que se convirtieron en bonitos recuerdos.
Distintos, conciben la vida cada uno de una manera y piensa que igual que ella la disfruta y exprime él hace lo mismo, por lo que no hay nada porque lamentarse solo le queda quitarse el sombrero por ambos y desearle y desearse que nunca se
apaguen sus sonrisas.
precioso relato, la sonrisa no hay que perderla nunca. Un abrazo
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