DOS ESTACIONES
Pincel en
mano intentando trazar definidas líneas que el destino se obceca en llenarlo de
borrones que empeoran cada vez que intenta mejorarlas diluyendo ilusiones en
las acuarelas para inmortalizar un sueño, el que se desvaneció y por un momento
creyó que se esfumaría con él.
Husmeando en
los recuerdos, abriendo puertas de habitaciones cerradas en una morada que igual
en otro tiempo sintió suya y ya no le pertenece, con curiosidad y en alerta
ante el posible asalto de fantasmas.
Su mente se adentró
en la buhardilla del pasado, encontró la puerta abierta, eso que juraría que la
cerró con llave, que la llave fue al fondo del mar, ese mar que fraguó y ahogó
sentimientos. Donde le contó veinte lunares, veinte besos sin dar y cinco cicatrices,
cinco amores fracasados. Las paredes erosionadas y no por el paso del tiempo
sino por golpes de nostalgia, de coqueteo trivial y otros más serios, de
tragedias y comedias, de risas y llantos, como si las piedras de esas paredes
solo conocieran dos estaciones: frio o calor, sonrisas o lágrimas, entusiasmo o decepción.
Abriendo
ventanas, armarios siempre cerrados, frascos remanentes de vida, oreando ropas
llenas de historias, colorear de azul las fotos en blanco y negro de las que creía
imposible salir. Desordenando todo para poner orden en los baúles de su cabeza
y ritmo en la melodía de su corazón.
Plantarle
cara al pasado, porque no hay distancia lo suficientemente grande para alejar los
miedos, cuando la única solución pasa por enfrentarse a ellos.
Con las
manos manchadas de polvo y pintura sale al jardín a regar las esperanzas que
han empezado a mustiarse. De pronto el aire deja de soplar, el frio se aleja de
puntillas sin hacer ruido y sus pulmones se llenan de primavera, la noche se
presenta agradable con un cielo cuajado de estrellas, millones de puntos de
luz, millones de lunares brillantes encargados de cauterizar cicatrices y
disipar las sombras.
Mientras la lluvia de tus dedos cae,
mientras la lluvia de tus huesos cae,
mientras tu médula y tu risa caen,
vienes volando.
mientras la lluvia de tus huesos cae,
mientras tu médula y tu risa caen,
vienes volando.
Pablo Neruda
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