LA VIDA AL LADO DEL MAR VA A OTRO RITMO
Tumbada en la arena de la playa, acunada por el murmullo de
las olas, encontré la calma que acalla la tempestad, consciente de que, en una
dosis alta, no la soporto.
Hui hacia adelante y no quiero volver a lo que conocí. Atrás
quedaron las personas que no podré olvidar en toda la vida, pero a la mayoría
he dejado de quererlas. Otras, cercanas ahora las empujaron a un rincón para
ocupar su hueco. Brindaremos los que no pertenecemos a nadie, los genuinamente
libres, los que fuimos capaces de deshacer de forma natural los vínculos con
una realidad que, aun siendo satisfactoria no nos llenaba. No etiquetamos, no
juzgamos, no pretendemos que todo salga a “nuestro gusto” porque no somos el
puto ombligo del mundo. Los que variamos la trayectoria, lo que un día teníamos
firmemente pensado y como suele ocurrir a veces se produce el milagro y los
planes imprevistos salen mejor que los que teníamos previstos.
Al lado del mar, las tres imágenes viven en armonía: la pública,
la que mostramos a los demás, la que todo el mundo puede ver; se da la mano con
la privada, a la que solo algunas personas tienen acceso, ahora van juntas
porque no importa lo que se espera de nosotros, lo que piensen los demás, lo
que digan si no es de frente. La tercera, la vida secreta, debe guardar una
parte invisible al resto de los ojos y oídos.
A tres días vista del nuevo año que se va asomando con
sigilo, del que aún no sabemos qué destinos inéditos trae, si tiene más amores
que tragedias, más realidades que leyendas, más risas que llantos, más vuelos
que caídas…brindaremos pero no con las manos escarbando en el pasado, ni con
las manos en la frente a modo de visera oteando el futuro, pero sí con las
manos alzando la copa concentrados en el momento, como adultos comprometidos
pero no incapacitados para sonreír, para ser felices.
Creeremos una vez más que si anhelamos cualquier cosa por
nimia o grandilocuente que sea, el universo se alterará, los corpúsculos del
destino se reorganizarán para que en nuestro camino se cruce el deseo tan
ansiado, y nos pille fuertes por si la vida en algún momento nos planta esa
cara que llamamos cruda realidad a la que no le bastará con que le pongamos
ojitos para que nos trate con cariño.
Reunidos en este chiringuito a orillas del mar, a tres días
vista del nuevo año, hemos desplazado a nuestro ego controlador para que nos
deje disfrutar de estas fiestas y de nuestras imperfecciones. Puede que el año
sea igual o distinto, que viajemos más, aprendamos cosas nuevas, pero que
siempre nos acompañe la salud y el equilibrio con algún golpe de locura a
tiempo que lo afiance, y para guinda del pastel con un final feliz en el que no
habrá príncipe azul que nos rescate de los momentos de apuros, no lo
necesitamos porque estamos preparados para hacerlo nosotros mismos, con el
apoyo y saber estar de los santos pacientes que tenemos a nuestro lado.
Deseos, promesas, alegrías, tristezas, honores, vergüenzas,
rabias, amor, triunfos, fracasos…¡es increíble todo lo que puede albergar
nuestro corazón!
Mientras esperamos el nuevo año, disfrutamos de estos días
sentados en la arena con el tibio sol que nos calienta durante el día, y junto
a la hoguera en la noche entonando zambomba en mano villancicos, mi cuerpo y mi
cabeza se quejaran al día siguiente de tanto humo y cerveza, de la música y el
trasnoche, pero despertaré tranquila y en paz con una sonrisa, deseosa de un
buen café que me prepare para correr de nuevo hacia la playa en busca de otra
tarde-noche divertida con anécdotas interesantes y rutinarias, con bailes y
coqueteos emulando a la joven coqueta más valiente que un día fui, sin reparos,
sin vergüenza.
¡Chin, Chin!
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