NO SOY YO, ERES TÚ.
Llegas de golpe, sin hacer ruido, desplazando sin piedad las
míticas noches de verano, el olor a cloro y el salitre en la piel, imponiendo
el control del tiempo y lágrimas por despedidas que se consuelan con un
“volveré pronto, no hay distancias”
Nos alejas de la piscina, de la playa, de las sobremesas a
la sombra de la higuera, de las noches de conciertos y barbacoas.
Nos traes la vuelta a la rutina, eres antesala del obligado
recogimiento que siendo justa diré que tiene su encanto, pero es ¡tan largo!
No eres verano ni otoño, eres el tránsito de la calidez al
frio.
Nos haces creer que todo arranca de nuevo, a sabiendas de
que hay cosas que son más de lo mismo.
Ni siquiera tu nombre tiene una etimología grandiosa, no
debes tu nombre al dios romano Jano, el de las puertas y los cambios, con sus
dos caras: una mirando al futuro y otra al pasado. Ni procede del latín,
Februa, tiempo de purificación; ni eres de Marte, Afrodita, Maya o Juno,
tampoco de emperador romano. Solo eres el séptimo, un número de orden, el que
ocupabas en el calendario romano, Septiembre.
¿Qué puedo decir en tu favor? Tendrás que esperar unos días,
cuando vuelva a dominar el arte de gestionar la normalidad, de momento déjame
saborear los recuerdos de lo inolvidable, ordenar lo que es importante,
disfrutar de reencuentros para contar las batallitas confesables y atesorar las
que no, intentar encarar los nuevos retos personales y profesionales…
Dame unos días para acostumbrarme a los anocheceres
tempranos y a los amaneceres destemplados, a estirar las horas para que quepa
tanto quehacer y anhelar el escueto fin de semana, a abandonar la ligereza de
las ropas livianas y la desnudez de las piernas.
Pasaras sigilosamente como llegaste para dar paso al otoño,
pero ¡ah del otoño, el otoño trae un nuevo color!
“El tiempo libre de
que disponemos cada día es elástico: las pasiones que sentimos lo dilatan, las
que inspiramos lo acortan y el hábito lo llena.” (Marcel Proust)
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