DEL SEXO AL AMOR
El camino “correcto”
es enamorarse y de ahí al sexo, no de un calentón, un buen polvo al amor.
Pero mi cabeza estaba desordenada, hace un par de meses quede con dos amigas en
un pequeño restaurante, al verlas llegar tan espectaculares, una con un vestido
blanco ibicenco no transparente pero lo suficientemente translúcido y la otra
solo por sus taconazos y sus labios rojos ya acaparaba todas las miradas, y yo
con unas chanclas y esa camiseta que ni para dormir servía según opinaron las
dos, con lo que yo había sido, ahí toque fondo, me había dejado ¿un poquito? Mi
exterior era un reflejo de cómo me sentía.
En la próxima salida desempolve a la coqueta que había
encerrada en mi interior y me arregle sacudiendo así el hastío y dejando en el
armario la frustración. Las espectaculares habían quedado con unos amigos, tal
era su obsesión y preocupación por sacarme de mi sequía, cuando nos presentaron
¡madremiaaa! Al darme los dos besos de cortesía deslizo su mano en mi cintura y
no fueron mariposas, sino millones de hormigas las que recorrieron mi cuerpo,
ya sabéis a que me refiero, testosterona en grandes cantidades y feromonas
escapando por los poros de la piel.
Unas cervezas y unas copas nos llevaron desinhibidos a la
pista de baile en el que nuestros cuerpos se rozaron, el hormigueo se
intensifico, si fuese más vulgar diría que estaba cachonda. A las seis de la
mañana cuando ya había bailado y coqueteado más de lo que esperaba al empezar
la noche y también porque mis peep toes me estaban matando me dispuse a tomar
un taxi, porque si él me llevaba a casa después de tanto manoseo y susurros al
oído pasaría lo inevitable y por mucho batallón de hormigas que campaban por mi
cuerpo a su antojo, los meses de secano y la ruptura no digerida me frenaban
ante lo que solo sería un polvo.
Clara me había avisado de cómo era él, la seducción personificada,
de esos que noche que salen acaban follando, de los que no se atan, echándome
una buena reprimenda por no coronar la noche en su cama, añadiendo que una
alegría es lo que mi cuerpo y mi autoestima necesitaban.
Nos habíamos dado los teléfonos, yo tenía claro que no le
llamaría y él era “de esos” así que tampoco lo haría pensé, pero me equivoque
“en media hora paso a buscarte” y en media hora mi armario quedo vacío y su
contenido esparcido sin mimo sobre mi cama, me mire en el espejo y la coqueta y
seductora de otros tiempos allí estaba. Le encontré distraído echado en su
coche, en vaqueros y con una camisa lisa de un azul dos tonos menos que sus
ojos ¡malditas hormigas!
Compramos cervezas y nos fuimos a la playa, se quedó
mirándome los labios, su mano cogió la mía acariciándome los dedos mientras la
otra se posaba en mi nuca bajando lentamente por el cuello siguiendo su
recorrido hasta donde la espalda pierde toda cordura y me atrajo hacia él. Al
sentir su aliento junto a mi boca, durante un segundo quise dar un paso atrás,
pero mis brazos decidían por sí solos y se abrazaron a su cuello, mi boca
estaba sedienta de besos, era demasiado natural dejarse llevar con él. Posó sus
labios en mis hombros y las hormonas sacudieron a la razón que aconsejaban no
hacerlo.
No explicare como llegamos a su casa, un amplio apartamento
y no decorado como el de un soltero, excepto por su frigorífico en el que no
había más que cervezas, sacó dos y apenas dimos unos tragos me subió… ¿o me subí?
a sus caderas entrelazando mis piernas en su trasero, sus labios me recibieron entreabiertos
y su lengua se adentró en mi boca mezclándose con la mía.
Le deseé desde que lo vi la primera vez, me gustaba la
sonoridad de su voz, el gesticular de sus manos, su piel bronceada y sobre todo
como me miraba.
Sin dejar de besarnos me llevo hasta su dormitorio y
aterricé en su cama, mi pecho se agitaba, mis labios recorrían su oreja y su
cuello mientras mis dedos desabrochaban su camisa, sus manos por debajo de mi
falda recorrían mis muslos, mis gemidos se intensificaban, mis pezones se
endurecían, mis caderas se levantaban al encuentro de su erección. Me despojó
del vestido con avidez, se quitó los vaqueros, ya solo en ropa interior nos
miramos y nos fascinamos, su mano subió por la parte interna de mi muslo hasta
colarse entre mis braguitas, su boca ahora en mi boca, ahora en mi cuello,
ahora en mi pecho.
Desnudos del todo, nuestros cuerpos retozaron, se frotaron
como locos, la cordura se quedó junto a las cervezas, se dejó caer sobre mí
despacio sosteniendo el peso de su cuerpo con un brazo mientras que el otro no dejaba de acariciarme la
entrepierna. Al adentrarse en mi soltó un gemido que me excito aún más, cerré
lo ojos y me deje hacer, disfrutando en cada embestida en la que me susurraba
que lo iba a volver loco, millones de hormigas recorrieron mi cuerpo anunciando
un orgasmo glorioso, me arqueé, gemí y exploté haciéndolas saltar en miles de
pedazos, mientras escuchaba su agudo gemido. Los cuerpos desmadejados y
sudorosos permanecieron entrelazados en silencio.
No fue el único polvo de esa noche, no voy a relatar como
tome el control a horcajadas, ni el de la cocina al olor del café…y así entró
el amanecer por la ventana y no me encontró culpable.
Pensé levantarme, vestirme con sigilo, irme de puntillas, no
lo hice, quería averiguar el “¿y ahora qué?” Cuando despertó me dio un beso
lánguido, nos duchamos ¡madremia! qué capacidad para renovar energías.
Al irme a casa pensé, ya está, es “de esos” y yo tenía que
ordenar mi cabeza, no lo llamaré, no me llamará. Me volví a equivocar, me llamo
y nos vimos en un acogedor restaurante italiano, devoramos platos de pasta y
vino, atropellados con palabras, supe en
que trabajaba, hicimos confidencias, reímos, hubo besos, pero no nos acostamos.
Le llame y volvimos a quedar, me llamo nos vimos de nuevo, han pasado dos meses.
Desmonté la lógica, primero citas, atracción, amor,
conocerse, sexo. Porque un polvo en la primera o segunda cita suele quedarse en
eso, pero parece ser que también el sexo puede llevar al amor.
PD: me retaste a que lo relatara subido de tono, ya ves…esto
es lo que puedo, mi pudor no me permite detallar más. ;)
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