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PUNTO DE FUGA

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    Un gesto tan cotidiano: llegar a casa. He atravesado la puerta miles de veces, unas alegre y otras furiosa,   unas reina y otras ruina, unas ligera y otras renqueante, unas ubicada y otras desorientada, unas dulce y otras saladas. A mi espalda cuelga mi pasado repleto de aciertos y errores, de muchas reflexiones y pocos arrepentimientos. Imágenes que como retales empiezan a mezclarse con lo no vivido. Escribo cuidando de no revelar secretos, porque si no transformas en palabras lo que no quieres haber vivido es menos real, se desdibuja, lo que no se dice no echa raíces, se enquista en un rincón de la memoria al que no quieres volver, solo visitamos los rincones en los que hemos sido felices, volvemos a las risas sin dejar de mirarnos, soltando el timón de este velero que generosamente nos acoge y nos guía, desplegando las alas que buscan el viento, el viento que busca la calma, la calma en ese horizonte tan amplio que le cabe mucha vida, las historias que fueron y las que no,

OTRA SANTA SEMANA

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He tenido un sueño, viajaba en un tren, un tren lento, un tren silencioso, un tren vacío, estaciones vacías, vagones vacíos, nadie subía y nadie había para bajar, sigue su rumbo, me acomodo en el asiento, apoyo la cabeza en la ventanilla y un sueño cargado de esperanzas y encuentros se apodera de mí. Despierto agotada y exhausta con una extraña sensación de alegría, el tren ha cambiado su rumbo y entra a raudales por mis venas la luz del amanecer, alejando tinieblas y soledades, las lágrimas son un eco lejano que da paso a las risas, no hay derrota ni sensación de triunfo. Miro a mi derecha y a una prudencial distancia hay una anciana que me ofrece una sonrisa, una sonrisa enormemente reconfortarle, una estación en la que suben varias personas siempre con esa prudencial distancia que solo es atravesada por el cruce de sonrisas, poco a poco el tren se va llenando de anhelos y sueños, de palabras que se convierten en música. Llego a mi destino, respiro un aire extrañamente limpio

EN ROJO

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Cuando la vida era “normal” vivíamos sin más, de pronto se llena de matices nuevos, nos confunde, intenta destruir todo aquello de lo que no éramos conscientes que amábamos porque ocurría así como el respirar, de forma natural, rutinas que a veces nos chirriaban, que echábamos de más, las mismas que ahora echamos de menos. El tiempo transcurría rápido, el mismo que ahora nos parece lento, porque ahora necesitamos que avance a toda velocidad, el semáforo se puso en rojo, quien nos iba a decir que un microscópico bichito llegó para recordarnos lo vulnerables que somos, a gritarnos que no éramos tan fuertes como pensábamos, esperamos con ansiedad   que se ponga verde, pero antes pasará por el ámbar, porque esta vida es rara pero continúa, siempre continúa. Y otra vez, pero esta vez no de pronto sino con un gran esfuerzo y solidaridad quedara atrás el amargo silencio para dar paso a una nueva alegría.