PUNTO DE FUGA

 

 

Un gesto tan cotidiano: llegar a casa.

He atravesado la puerta miles de veces, unas alegre y otras furiosa,  unas reina y otras ruina, unas ligera y otras renqueante, unas ubicada y otras desorientada, unas dulce y otras saladas. A mi espalda cuelga mi pasado repleto de aciertos y errores, de muchas reflexiones y pocos arrepentimientos. Imágenes que como retales empiezan a mezclarse con lo no vivido.

Escribo cuidando de no revelar secretos, porque si no transformas en palabras lo que no quieres haber vivido es menos real, se desdibuja, lo que no se dice no echa raíces, se enquista en un rincón de la memoria al que no quieres volver, solo visitamos los rincones en los que hemos sido felices, volvemos a las risas sin dejar de mirarnos, soltando el timón de este velero que generosamente nos acoge y nos guía, desplegando las alas que buscan el viento, el viento que busca la calma, la calma en ese horizonte tan amplio que le cabe mucha vida, las historias que fueron y las que no,  las mentiras que ahogaron las verdades que no quisimos escuchar.

No somos felices todo el tiempo, pero lo somos si no permitimos que la infelicidad nos devore, el truco es sencillo, cuando vas a tocar fondo no mires abajo y tapate la nariz porque ese fondo apesta, eleva la mirada y clava la vista en esa luz que se divisa arriba, agarra fuerte la soga como el que quiere hacer sonar las campanas, que repiquen para romper el silencio, para serenar la vida, la vida juega, echa las cartas, y es tramposa aunque no lo confiese.

He vuelto con menos kilos, con más ayeres, con la memoria intacta, con cuentas mal saldadas. 

 

 

«Muere lentamente quien evita una pasión y su remolino de emociones, justamente éstas que regresan el brillo a los ojos y restauran los corazones destrozados.» (PABLO NERUDA)

 

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