SOLTANDO ANCLAS




Pasan los años y vamos viendo que muchas cosas no volverán, las vemos alejarse, aunque en honor a la verdad la mayoría de las veces somos nosotros los que nos alejamos de ellas.

Hay días en los que a pesar del frio se instala el verano en el corazón y otros en los que aun estando gobernados por el rey sol, se instala el invierno, como si el corazón no entendiese de estaciones.

Días que intentan adormecerte con una monotonía implacable, pero tenemos una vida y una obligación de vivirla, sea cual sea, no se trata solo de respirar, de buscar la seguridad, porque eso la empobrece, hay que alimentarla con la curiosidad y la capacidad de sorpresa, renunciar a caminos recorridos sin olvidar que nos trajeron hasta el lugar que ocupamos, perdonarnos de todas las culpas pasadas y alejarnos de los resentimientos, hacer una pausa, necesaria cuando algo que no identificas te quema por dentro y un fogonazo se expande por el cerebro, una verdad evidente intentando aniquilar todo lo organizado, trabajo, éxito social, prisas…anclas que te amarran a una forma de vida que en otro momento te hizo feliz, ¿a qué esperas? Es el momento justo de soltarlas, decir adiós, dejar atrás la resignación. La vida es renovarse.

Como el Águila Real Americana, que para llegar a vivir unos 70 años en el ecuador de su vida tiene que tomar una difícil decisión: morir o enfrentarse a un arduo proceso de renovación. Vuela a lo alto de la montaña, para arrancarse  uñas y pico, desprenderse de sus viejas alas con la ayuda de su nuevo pico, saliendo fortalecido y victorioso para disfrutar de años gloriosos.



“El hombre no puede descubrir nuevos océanos a menos que tenga el coraje de perder de vista la costa” (André Gide)

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