RECOJO MI DESORDEN





Coqueteando con la cerveza, con una opresión extraña que al arreglarme esta mañana no se reflejaba en el espejo, ni nadie me ha dicho hazte así se te ha quedado un poco de alteración, inapreciable pero que modifica sutilmente el transcurso del día.

Un trago largo mientras me asalta la inquietante certeza de que nunca más seré capaz de amar de ese modo, otro trago  me recuerda ese mirar de reojo de unos ojos verdes, demasiado verdes,  unas manos fuertes metidas en los bolsillos de los desgastados vaqueros con los pulgares fuera, la forma de acariciar el borde de la copa de vino blanco mientras tratas de encontrar las palabras adecuadas, tu sonrisa Duchenne…, todo lo que antes era un conjunto se va convirtiendo en retazos aislados.

Parece que las cosas perfectas acaban demasiado pronto, o puede ser que las creamos perfectas porque acabaron en el momento preciso.

Hay personas que no pueden vivir sin rutinas, no pertenezco a ese grupo, tampoco soy de las que lo deja todo, puedo dejar las cosas materiales, pero no los sueños, aprendí que cuando estas segura de saber lo que te espera, de repente se desvía el rumbo y acabas en un destino que no sabias que estaba allí, y la sonrisa vuelve como si no hubiese ninguna preocupación en el mundo.







“Que pacífica seria la vida sin amor, que segura y tranquila…y que insulsa”
(El nombre de la Rosa. Umberto Eco)

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