COMER, AMAR, ¿REZAR?
Sentada en la orilla, libro en mano, abstraída en la lectura
perdí la noción del tiempo, alzo la vista que tropieza con el horizonte y el
sol que está a punto de alcanzarlo, no quedamos muchos, la mayoría plegaron
sombrillas y sillas hace rato, solo los más rezagados, los que esperamos la
despedida del sol tras el horizonte, una hora perfecta, no hay nada, el océano
me recuerda lo esencial, intenta devolverme a mis orígenes, a lo que de verdad
importa y que a menudo se evapora entre quehaceres y rutinas.
Una pausa ¡bendita pausa! de dos meses, quizás tres, entre
cambio y cambio para volver a la vida que tenía, siempre con alguna
modificación ¿apuesto o paso? No soy muy de pasar.
Este regalo que me presta la vida tras largos meses en los
que me deje siete kilos por el camino, sin dietas, sin proponérmelo, a base de
madrugones, de estudio, trabajos y trabajo, al final solo deseaba esto, ni
siquiera los primeros días festeje mi éxito, la meta alcanzada, solo esto,
dejar de existir para el mundo, que el mundo se agriete bajo mis pies, nada
importa.
Perdí la capacidad de transcribir en palabras los
pensamientos, no es pereza, se agolpan en mi mente y se atascan entre el lápiz
y el papel, resultado: mente colapsada, papel en blanco. (Sí, primero escribo
en papel un breve boceto no se hacerlo directamente en el ordenador, igual que
no consigo leer libros digitales)
Un “come, reza, ama” no viene mal cada cierto tiempo, en mi
caso cada cuatro años, para renovarse y depurarse, eso sí, cada uno lo adapta a
su manera, su estilo de vida, preferencias, carencias y necesidades. Todos
disfrutamos con la comida, no es el acto de comer en sí, es todo el ritual, el
antes, durante y después; en el sexo igual, allá cada uno si es con o sin amor;
rezar en el sentido literal la mayoría no sabemos, pero hay muchos
sustitutivos, meditar, leer, escribir, beberte el paisaje, tranquilas charlas…
¡el verano da tanto de sí! ¡Cómo se estira el tiempo en verano!

Cada verano un poco más madura, no se madura de golpe, es más
creo que nunca se termina de madurar, año tras año vas aprendiendo, vas
creciendo, cuando te das cuenta que aceptas con naturalidad lo conseguido y
asumes sin dramas lo perdido, cuando hace tiempo te diste cuenta de que no es
verdad de que con esfuerzo todo se consigue (aunque tengo que reconocer que yo
he conseguido más de lo que esperaba), en ocasiones te esforzaste y no lo
conseguiste, no siempre se cumplen los deseos, ante la derrota te sumerges en
la rabia y frustración, por favor, no me hagan creer de que te caes y te levantas
como si fueras uno de aquellos muñecos ¿tentetieso era? Claro que te levantas,
pero hasta que lo haces hay un duelo, largo para los pesimistas, yo por suerte
soy optimista, realista y soñadora, aunque muchos me quieran hacer creer que
esas tres palabras son incompatibles, no lo son, el día que separe realista de
soñadora, algo en mí se estará marchitando.
Todos tenemos batallitas y auténticas guerras, aquí el
tamaño sí importa, unas acaban en derrotas y otras son gloriosas victorias, sea
el resultado que sea no se sale igual. Si pierdes quedan las ruinas, tienes que
reconstruirte, incluso a veces la demolición es a conciencia, como cuando
tejes, me gusta tejer, empiezas la labor con una idea clara, que tendrá un
resultado satisfactorio, vas avanzando, llevas un buen trozo, lo miras, no te
convence, sigues porque parece que no esta tan mal, porque son muchas horas y
mimo las que le has dedicado, más tiempo, lo vuelves a mirar, te armas de valor
y de coraje y tiras de la hebra, con cierta tristeza empiezas a deshacer hasta
que solo queda un ovillo en tus manos que te invita a ¡volver a empezar!
Sigo sentada en la orilla, solo un paseante con su perro, el
sol se despidió, me levanto despacio toca esa ducha que después de un día de
playa es un auténtico placer, un vestido ligero, unas cervezas y raciones en el
chiringuito junto a la playa…
“Il dolce far niente”
( El placer de no hacer nada)
Comentarios
Publicar un comentario