LOS OJOS QUE TE ESCUCHAN
No sé tu nombre, sólo sé la mirada con que me lo
dices.
(Mario
Benedetti)
El dolor que te puede causar los golpes de la vida, porque
la vida es muy puta a veces, se queda incrustado en el alma, pero el cuerpo también
lo acusa, cambia, se encoge intentando encajar ese puñetazo seco, unos minutos
que pueden ser horas o años paralizado en la misma postura con las manos tapándose
los ojos para no ver o no ser vistos, hasta que se acomoda y empieza a
erguirse, instinto de supervivencia, y aparecen las huellas aquí una arruga de
sufrimiento, aquí una arruga de alegría, aquí otra de asombro, aquí otra de… y
otra más.
Todo eso vi en su mirada, las miradas hablan, solo necesitan
otros ojos que sepan escuchar, hay miradas que quieren decir más pero no le
salen las palabras, brillan un instante y ese brillo se desvanece, nadie lo percibió
solo unos ojos atentos gritándole ¡no te
apagues!
Miradas amargas de esas que contradicen las palabras de perdón
que pronuncian unos labios, estás pérdida, no te perdonará.
Otras estallan en ilusión al cruzarse con otra mirada cómplice,
se deshacen en halagos, estallando chispas con múltiples puntitos de colores
que celebran semejante encuentro.
No puedes confundir las triste con las que solo reflejan un vacío
o un total hastío.
Cuídate de las que su intensidad solo es una educada
indiferencia.
Otras son largas y cargadas de dudas y preguntas.
Las que te evaden para no ser pillados en falta.
Las que perciben tu tristeza y te intentan hacer sonreír.
Esa que sabe de todas mis derrotas, de todos mis triunfos y
que estará ahí al amanecer.
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