ADAPTANDOME

 

O como mudarse a otra ciudad sin morir en el intento.


Recogí unas cuantas cosas y me deshice de muchas más, hice la maleta  sabiendo adónde iba pero no donde estaría mi hogar, con la sensación de que el nuevo entorno que tanto ansiaba conquistar me quedaba unas cuantas tallas grande.

Hay un momento en la vida para cada cosa, ¿pero quién nos garantiza que ese es el momento justo de esa determinada cosa?

Hice clic en el interruptor de cambio de vida y todo mi mundo se puso en modo pausa,  el corazón encogido y la parte pesimista de mi mente –que hasta ahora no sabía ni que existía- preguntando ¿tiene sentido? La optimista afirmaba que el proceso sería como una buena novela de misterio a medida que avanzas por sus páginas las piezas van encajando y al final tiene sentido. Supongo que es lo que pasa cuando tomas decisiones de las que no sabes si tendrás  que arrepentirte en el futuro.

Tras los momentos de agobio, esos en los que te gustaría que se esfumaran con un trozo de pan y una onza de chocolate Elgorriaga, como  cuando salías apesadumbrada de la escuela y esa simple merienda alejaba todos los males, te devolvía la sonrisa y te ibas a la calle a jugar.

Visualizar una casita blanca con ventanas y puertas de madera, con un buen porche para leer en las tardes de invierno, una hamaca bajo la higuera para sestear en verano, la terraza desde la que contemplar en las noches la luna y el mar, largos paseos ahora por la orilla del mar, ahora por los pinares, ese era mi trozo de chocolate, la vida como un pavo real desplegaba su cola para mostrarme los colores verdes y azules intensos.

 




Cambiar de lugar a una avanzada edad no siempre te hace sentir cómoda, es inevitable perder el control y adentrarte sin rumbo en la incertidumbre, lo mas cotidiano como donde ir a comprar el pan o encontrar un lugar tranquilo para pasear con Greta resulta complicado.

No conoces  a nadie y trabajar online tampoco ayuda, pero los años me enseñaron a apreciar el silencio y que el aburrimiento es una sensación que a poco que te empeñes desaparece. Aunque no aconsejaría cambiar si no son fuertes los principales cimientos: salud, trabajo y vivienda.

Refugiarme en las páginas de una novela no es mal sitio para fantasear y hacer amigos pero desaparecen en cuanto la cierras, así que no me quedaba otra que encerrar la poca timidez.

Pasear sin rumbo, explorar, saludar y hablar con el más tonto motivo,  aquí la gente es muy abierta, basta decir que como aun no me he traído todas mis cosas echaba de menos mi bicicleta y en la segunda semana me prestaron una así sin más, gracias Cris. En estas pocas semanas tengo más potenciales amigos de los que hice en mi anterior residencia en el triple de tiempo, también mi carácter extrovertido y el de estos lugareños ayuda.

Después de casi un mes, en el que he cambiado dos veces de casa y en dos días estaré en la definitiva, diré que como en esa buena novela de misterio, cada vez estoy más enganchada, las piezas van encajando y se vislumbra un final con sentido y sin arrepentimiento a la vista.

 


 


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