TELARAÑA


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Con la mente en otro tiempo, una juventud que se asomaba en blanco y negro, el primer beso ¿Qué edad tenia? Dieciséis… ¿y él? Uno o dos más… besos que ocurren sin más en un guateque de aquellos que poca vez frecuentaba, tampoco es que la invitaran excepto en contadas ocasiones y le sobraban dedos de la mano para tal recuento, bebes, bailas…unos labios cerca ¡los atrapas! Igual que luego los atrapa el olvido y los encarcela  el recuerdo, junto al pueblo, porque a esa edad tienes la absoluta certeza de que un futuro fascinante te está esperando con los brazos abiertos.

Sentada en un sillón, que extraño siempre pensó que en estas consultas tenían un diván, dándole vueltas al anillo a modo de conjuro que ahuyentara sus nervios y sus miedos, la doctora enfrente con su inexpresivo rostro, ni una mueca que caricaturizara una sonrisa tranquilizadora.

¿En qué fallo? Rebosaba juventud, era más bien guapa e inteligente… ¿oportunidades? Pensó que la vida no fue generosa, ahora que todo lo duda, las ve pasar, las dejo pasar, bah, ya vendrían otras mejores, ¿en qué momento se hizo mayor? Ese intermedio entre la juventud y la madurez, ese terreno estéril en el que se secaron amigos, pareja, la ilusión por tener hijos se desvaneció, solo crecía su amor por el trabajo y la ginebra, pero no crea, le decía a la doctora, yo era feliz, eso creía…ahora no se… igual solo aprendí a convivir con la soledad, no… espere… usted me pregunto por recuerdos felices… sí que los tengo, me deleitaba cuando me levantaba tarde los sábados, ya sé que la ginebra consumida la noche anterior tenía mucho que ver, con un café y tostadas me sentaba en el jardín, el aire fresco, los geranios, y mi perro ¿le he contado que tenia uno? Un mastín de ojos azules al que le saludaba con esa voz que ponemos cuando hablamos con los bebes, ya sabe, esa voz de idiota como si esa fuese la única forma de hacernos entender, después dábamos un paseo y nos sentábamos si el tiempo lo permitía en una terraza y compartíamos la consumición, yo la cerveza y el las tapas.

Mirando los recuerdos atrapados en la telaraña del olvido, una enorme araña a punto de devorarme… la gran olvidada era yo, ya ve, me sobraron los motivos para sentirme jodida, pero ¿Qué hacer? ¿Lamentarme o levantar la cabeza y no resignarme? Ya perdí mucha juventud en lo primero y solo me trajo un hermoso fruto de frustración, así que terriblemente jodida me dije, muévete muchacha, vive.

¿Ya ha pasado la hora?

Hasta la próxima cita.

Y una tarde cualquiera, sentirás que te has ido
y un soplo de ceniza regará tu jardín
y aprenderás entonces, que el tiempo y el olvido
son las únicas cosas que nunca tienen fin.
(José Ángel Buesa)

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