PINCELADAS II
Disfrutar
del aire tibio que mece los olivos, el silencio de la noche, el olor del
galán que impregna todo el jardín, descansando sobre un presente que nos
muestra el sendero luminoso hacia un
futuro incierto, respirar, sujetar el alma entre las manos, sin importar lo que
suceda fuera, como una pompa de jabón ajena a todo lo que pueda hacerla daño,
con Sultán tumbado a mis pies, ajenos al propio destino, conscientes de que la
vida que vivimos es nuestra, anhelando que cada momento vivido sea un todo
magnifico que saborear, concediéndome el
lujo de seguir levantándome cada mañana e inventar el día, a mi manera, con
valentía, porque para crear hay que ser valiente, notando una alegría profunda,
de esas que retienen los sueños.
Aspiro
pensamientos y recuerdo cuando el tiempo
iba con ritmo lento, cuando piensas que nunca ibas a crecer, que nunca saldría
de este lugar del que quería dejar atrás, dirigiendo los pasos a la ciudad, cualquier
ciudad.
Vuelvo sobre
mis pasos para encontrarme con esa calma la que te da el tiempo cuando todo se
espera y la vida se desborda.
La distancia muchas veces no se mide
en horas, ni tan siquiera en kilómetros, sólo en un antes y un después.
Genial el final. Me gustó mucho toda la descripción de la calma y lo que es la calma para vos y como te dije, para mí cierra perfecto. Es un corolario buenísimo.
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