LA FELICIDAD INESPERADA
Lo malo de las crisis como la que acabas de sufrir, es que
minan esa confianza en el azar,
esa fe en lo inesperado, que son condiciones
esenciales para encontrar la salida.
Deja que pasen las cosas, ellas traen
escondida la clave.
Álvaro Mutis
No pensar en nada, descansar la mirada y la mente en un
punto indefinido en el mar, a lomos de una ola ramilletes de ciclámenes
alejándose, a lomos de otra ese instante en el que se jodió todo y del que no acabo
de identificar ni distinguir su irreversibilidad, cuando las palabras hacen
llagas en la boca, quieres escupirlas y acabas masticándolas despacio, regurgitándolas
en un silencio incómodo.
En otro punto, allá en el horizonte una mirada triste
apagando el brillo de unos ojos, como no imagine que no era un hasta luego, era
un adiós, el ultimo adiós.
Confusa entre un oleaje de emociones, esperando el tsunami
que lo arrasara todo, derrumbando recuerdos de un relato común, llevarse tu
dolor, ese que tanto insistías en hacerme ver, tanto que me desgastó.
Obsesionado con tantos trenes por coger, te quedaste perdido
en los andenes, tarde, decidiste tarde coger el de vuelta, tarde, yo ya me
había ido, necesitaba curarme las heridas yo sola, lavármelas, un poco de
betadine, unas tiritas, parece que no serán necesarios unos puntos.
El amor nace con el deseo de perdurar, de resistir
tormentas, de clamar con orgullo ¡vamos a envejecer juntos!
Con el paso del tiempo unos van conociéndose mientras que
otros van desconociéndose, cada vez más asombro, el juego de las diferencias,
en principio no ves ninguna, luego aparece la primera, “que diferente cuando…”,
luego la segunda, “que diferente con lo que…” y acabas viendo más de las que
puedes asimilar ¡oh sorpresa! ¿Vamos? ¿Íbamos?
Tan diferentes que corríamos el riesgo de enamorarnos perdidamente para del mismo modo acelerado desamorarnos sin más.
Tan diferentes que corríamos el riesgo de enamorarnos perdidamente para del mismo modo acelerado desamorarnos sin más.
Cosas que echas de menos se tornan asfixiantes.
¿Vamos? ¿Íbamos? A sobrevivir en la tormenta, a naufragar
juntos, juntos, envejecer, íbamos, ya no.
Al querer lo sustituyo el afecto, mucho afecto, tanto que
nos estaba matando, juntos, moribundos, desbastados los planes de futuro. En
estos momentos imperan las fatalidades impuestas por la rabia del final, solo
cuando cautericen las heridas irán alejándose, abriendo en los recuerdos esa
ventana por la que entran los de la calma, los felices, los de los viajes y las
risas, los de aperitivos que se alargan hasta la cena, los paseos sin rumbo.
Lo que hoy parece una relación de malos momentos salpicada
de motitas de felicidad, el tiempo, cuando pase la rabia del final, la tornara
como una buena relación moteada con algunos malos momentos.
Hay cosas que se viven con entusiasmo otras se soportan sin más
y hasta se perdonan, dicen que no hay que entristecerse por lo que hemos perdido, sino sonreír por lo
que hemos tenido. Pero esto va así, primero tristeza y luego si llegan las
sonrisas sabemos que mereció la pena. Y las sonrisas llegaran.
La brisa me llena de energía, me despliega como si de una
baraja de cartas se tratara varias expectativas y me inundan los buenos
propósitos, cosas hermosas al alcance de mi mano.
Hoy la vida esta como la playa, con marea baja, te hace
caminar metros y el agua apenas llega a la rodilla, otros cuantos metros y no llega a la cintura, ¡es difícil ahogarse
con marea baja!
¿Cuántas
veces se pueden empezar periodos completamente nuevos en la vida?
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