OTOÑO

 

No es el otoño, no, quien a los árboles
arrebata sus hojas; que son ellos,
son los árboles mismos, quienes ceden
sus hojas a los vientos.
(E. Ruiz de la Serna)




Llegas como siempre, sigilosamente, desplazando al verano que paso volando eliminado de un soplo a todos los invitados, cerrando puertas de chiringuitos, quioscos, mercadillos artesanales, anfiteatro, los baños nocturnos en la playa, nos llamas al orden, a retornar a casa.

Nos quitas la sencillez devolviéndonos las canas que se difuminaron con los rayos dorados y con ellas perdimos el control del tiempo, las decisiones diarias que eran nimias van adquiriendo importancia, esa versión de nosotros mismos en la que somos más libres, más jóvenes porque la brisa marina nos hace respirar la ilusión de eternidad.

Nos devuelves a los quehaceres para el día siguiente, amanece y el cerebro ya no esta en pausa preparado para que todo fluya como si fuese producto de un deseo que pediste a una estrella fugaz que consigue silenciar las preocupaciones del resto del año.

Nos traes nuevos colores, entre ellos el naranja del que dicen que es el mas optimista, nos aporta entusiasmo, ahora que lo pienso se esta convirtiendo en mi favorito desplazando al azul, aunque ese azul del que viste el atlántico, el mas hermoso que he visto, salpicado del blanco espuma que le dan las olas y gamas de dorados por el sol, me fascina tanto que no me canso de pasear por la playa para admirarlo, intento capturarlo sin mucho éxito en videos y fotos.

Empezaste con un viento de levante para ayudarnos a cambiar de rumbo, esparciendo piñas por el suelo que nos proporcionaran la chispa que encenderá las chimeneas de nuestro hogar para abrigar el ambiente de recogimiento e introspección con olor a leña humeante. Tiempo de encender el horno para asar calabazas, castañas y hacer bizcochos (ni una pastelería a menos de doce kilómetros), fines de semana de veladas vecinales en el hogar charlando, jugando e improvisando un cine en mi porche.


 No me alejas de la playa en la que es un placer pasear todas las mañanas y todos los atardeceres del año (lo que me recuerda que tengo que comprar botas de agua porque a poco que llueva, los enormes charcos que se forman en los carriles impiden llegar a casi cualquier parte). Siempre telonero del invierno que aguarda agazapado su turno, intentas poner equilibrio entre el bullicio y la calma.

Mi despertador vuelve a la actividad, tras dos meses vuelve a sonar a las siete, café en mano y envuelta en mi viejo chal saldré a ver de qué color está el cielo e inspeccionar los grados que alcanzara el día para así elegir la ropa adecuada.

Te diré una cosa otoño, no me caes tan mal como el invierno porque en este lugar eres menos otoño, así como el invierno es menos invierno.





Alma mía: estos árboles desnudos,

sean para ti ejemplo:

renuncia, como ellos, a lo vano;

despójate, como ellos, de lo viejo.
Si en ti muere una idea, para siempre

arráncala de ti y échala al viento:
¡porque son los cadáveres de ideas

la estéril pompa del follaje muerto.

 

No finjas pensamientos que no pienses,

no sientas con fingidos sentimientos...

Antes que así, desnuda,

resiste los rigores del invierno.
¡Que, al cabo, tornará la primavera

y a ti también te vestirá de nuevo!

(E. Ruiz de la Serna)


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