ALGUNOS DIAS DE TREGUA


 

Subió a la terraza con el segundo café en las manos, cerró los ojos y  dejó que la lluvia la empapara, un refugio de alivio entre lo que fue y lo que es, abría el día estrenando el naranja, el primer color de la mañana que alumbraba ese camino en penumbra, las gotas continuaban débiles colándose entre sus dedos, en su café, en sus pensamientos, anestesiando el dolor de las heridas que no se cierran nunca, permanecen en el interior abiertas de por vida aunque aprendamos a vivir con ellas, un escrupuloso día de otoño que anunciaba nostalgias, acechándola la realidad, dicen que lo que no se habla no existe, pero se van congregando alrededor todos los fantasmas de las cosas pendientes de decir que terminaran materializándose un día atravesando todos los puentes ficticios que construimos, tan difíciles de sostener, destruyendo los muros invisibles de protección que levantamos para sobrevivir a los empedrados de la vida.

Aspiró el aroma del romero y los pinares, bajó al jardín con el humor débilmente renovado, ahuyentando el miedo que intenta apretar para ponerte en lo peor, con las palabras que son pesadas piedras posadas en el diafragma, esperando que un golpe de tos cargado de rabia, dolor, rencor y orgullo las expulse con la suficiente fuerza para que no se queden atrancadas en la tráquea. Intentado crear pensamientos positivos como asidero, tan débil como agarrarse a una brizna de hierba que nace entre rocas. Intentando atravesar la frontera del silencio con un grito que lo enmudece la terquedad junto con el orgullo.

Greta esperaba desbocada y testaruda como el día para dar su paseo, tocaba mover ficha a sabiendas que no tenia la mejor jugada, la partida igual que la vida seguía en marcha, porque la vida no pasa, la vida te arrolla ¡a Dios gracias! Como aquel día que sintió que ya nada le servía, como si nada hubiese alcanzado, como si estuviese inhabilitada para hacerse cargo de su propia vida, con la capacidad para soñar intacta, con las alas plegadas y en lo que parecía un último intento desesperado las desplego ¡y voló!



Algunos días la felicidad te da una tregua con bocanadas de tristeza que te trae la brisa salada, no hay que preocuparse, lo preocupante seria que la mayoría de los días la tristeza te ofreciese una tregua de felicidad.


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