Pero que respire... vida
Ayer de nuevo me preguntaron cómo sería mi casa ideal,
parece que es un factor importante, y yo siempre digo lo mismo, una casa que
respira, respira vida por cada uno de sus rincones, una casa cálida.
Una casa cálida, es la que huele a café recién hecho por las
mañanas; días que huele a guisos de los que se fraguan lentamente; hay cojines
aplastados y mantas junto a la chimenea, a veces hasta manchados porque en un
inevitable ataque de risa se nos derramo una copa de vino; libros y periódicos
sobre la mesa o en el rincón menos imaginable; ropa esparcida por la cama que
denota un día de prisas y mil pruebas del eterno dilema del que me pongo; notas
junto al ordenador; una mesa repleta de tazas de café, de té, de copas, de
restos de pastel que se alarga hasta casi media tarde, como resultado de esas
largas sobremesas de charlas y juegos; en el porche junto a la hamaca, la
mascota tumbada y un par de latas de
cerveza vacías; plantas, velas e incienso
acompañadas del sonido de la música en esas noches tan, tan… ¡esas noches¡ En
definitiva ese dulce orden en desorden. (Desorden, no confundir con suciedad)
Y luego llega ese día de ordenar, ese que en época de nuestras
madres era “hacer sábado”, y huele al jabón de la ropa tendida, a limpio...para
empezar el domingo con ese perezoso levantarse tarde, tan tarde que hueles el
café y la paella casi al mismo tiempo, y
volver a empezar con ese feliz y agotador desorden que provoca nuestra vida.
Son días de esos que gusta estar así, sin prisas saboreando la reunión con familia, con amigos , con tus hijos. Me encantan. Un abrazo
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