Dualidad.



Estas tierras por las que paseo casi a diario (para mí todo un lujo que me puedo permitir), me evocan poemas de machado:

¡Viejos olivos sedientos

bajo el claro sol del día,

olivares polvorientos

del campo de Andalucía!...

Viejos olivos, en este  otoño, de amaneceres fríos y cálidos días, bajo un cielo azul y brillante  que se vuelven de nuevo fríos al rendirse el sol ante la noche, noche que  se viste de oscuridad, despojada de las artificiales luces de la ciudad.

Paseos interminables, de saludos con estos hombres del campo, que te ofrecen como el tesoro más preciado sus hortalizas recién cogidas, llenas de  colores y olores,  tomates, cebollas, calabazas, patatas…envueltos en tierra húmeda, hortalizas que no merecen ser expuestas en un puesto de mercado. Gentes sencillas de mi Andalucía.

Pero  me bastan  unos pocos kilómetros, sintonizar una emisora de radio y llegar a otro mundo, de amaneceres también fríos y cálidos días de otoño, pero la noche no es oscura, se viste de luces artificiales y de distintos placeres, distintos sí, pero también son un lujo,  piscina climatizada, cines, teatro, conferencias, museos, parques

Olivos, parques, huerto, cine, gallinas, pizarra, botas, tacones…

Una no sabe ya a quien agradecer el privilegio de esta dualidad.






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